La violencia contra la mujer suele empezar de forma sutil, de a poco, sin que la mujer sea consciente de lo que está sucediendo.  En la mayoría de los casos, la violencia no ocurre de forma continua, sino en ciclos, lo cual lo hace más difícil de detener.  En general, los episodios de violencia doméstica ocurren en tres fases repetidamente: acumulación de tensión, agresión, y reconciliación.  El ciclo de la violencia se intensifica a medida que avanza el maltrato.  Este ciclo de violencia se manifiesta en todas las clases sociales sin diferenciar si el agresor es de un nivel socioeconómico bajo, medio o alto.

El Ciclo de la Violencia

Fase 1 – Acumulación de Tensión

Esta fase está caracterizada por una acumulación de tensión por parte del agresor, sin motivos relacionados a la pareja o sin ningún motivo en particular.  Aquí se ven conductas de agresión verbal o física hacia la mujer.  Al principio, suelen ser episodios aislados en cual la victima cree que puede controlar.

Fase 2 – Agresión  

La segunda fase está caracterizada por la explosión del agresor en forma de violencia psicológica (insultos, gritos, abuso verbal), física (golpes, lesiones, muerte) o sexual.  El agresor se muestra fuera de control y con intenciones de herir o matar.  La mayoría de las veces, consigue que la víctima se sienta culpable de su comportamiento irracional.

Fase 3 – Reconciliación

En esta fase, el agresor se muestra arrepentido, afectuoso, y puede prometer de que no ocurrirá otra vez.  La mujer lo perdona, se siente aliviada y hasta trata de racionalizar la conducta violenta del hombre.  El agresor minimiza los actos violentos y dice que la mujer exagera.  La mujer puede hasta cuestionarse si realmente ocurrió el episodio violento y cree que es la única que lo puede ayudar a él.

Este ciclo de violencia afecta gravemente la autoestima de la mujer y la toma de decisiones.  La autoestima de ella es destruida por lo que conduce a que sus percepciones, ideas, opiniones e intereses sean alterados completamente.  El agresor aleja a la víctima de su círculo íntimo de familiares y amigos, dejándola sin una red de contención.  Este aislamiento afecta su capacidad de denunciar la violencia y contar libremente del abuso a otras personas que la puedan ayudar.

Los episodios violentos causan un grave daño a la salud psicofísica de la mujer, viola sus derechos humanos y la limita a poder tomar decisiones propias.  El ciclo de violencia donde la mujer queda atrapada, produce un deterioro sistemático y dificultad para hacer la denuncia así también como para sostener las medidas de protección requeridas y para tomar la decisión de finalizar la relación.