A lo largo de la historia humana, vemos como la cultura y la sociedad alrededor nuestra ampara y minimiza la violencia contra la mujer y la familia. La sociedad ha adquirido ideas y creencias erróneas y ha transmitido estas falsas creencias de generación en generación. Explicamos la verdad y la realidad detrás de algunas de estas creencias erróneas.
Mito: La violencia doméstica solo ocurre en ciertos grupos culturales, raciales, y socioeconómicos.
Verdad: La violencia doméstica puede afectar a cualquier mujer en todas las clases sociales sin diferenciar la raza, color, religión, estatus socioeconómico, nivel de educación, nivel de confianza en sí misma o autoestima.
Mito: La familia cristiana está exenta de violencia doméstica.
Verdad: La violencia doméstica existe dentro de las familias cristianas casi al mismo nivel que en las familias sin creencia religiosa. Es común que la mujer crea que tiene que soportar el abuso de parte del esposo.
Mito: El cristiano no debe llevar los casos de violencia doméstica o el abuso de menores a tribunales.
Verdad: Toda violencia deber ser denunciada a las autoridades.
Mito: Algo habrá hecho la mujer para que el hombre la maltrate.
Verdad: La mujer nunca es la culpable de la agresión. El maltratador decide abusar de otra persona ejerciendo control y poder sobre ella con impunidad. Los estudios muestran que la mujer reprime y evita la agresión mostrándose pasiva ante el abusador.
Mito: Es mejor aguantar por los hijos.
Verdad: Estar en una relación en donde los hijos son expuestos a la violencia en contra de su madre y/o hacia ellos es perjudicial y trae graves consecuencias a su salud física y emocional.
Mito: Los maltratadores no suelen abusar de sus hijos y son buenos padres.
Verdad: Los maltratadores suelen ser abusivos también con los hijos y no son buenos padres, ya que les enseñan relaciones y comportamientos abusivos a sus hijos. Al ser abusivo con la madre de los chicos, el abusador ya es un mal padre. Un buen padre respeta y valora a la mujer.
Mito: El abusador prolonga la batalla judicial por la custodia de los hijos porque se preocupa por ellos y los ama.
Verdad: El comportamiento de un abusador hacia sus hijos demuestra que le importa poco o nada el bienestar de ellos. Él es una persona cruel que disfruta de ver el dolor y sufrimiento de su víctima y solo prolonga la batalla judicial para hacer sufrir a la mujer e hijos y dejarlos sin recursos financieros.
Mito: Ella lo puede dejar si quiere; si no se va es porque le gusta.
Verdad: El hombre abusivo destruye la autoestima de la mujer y la minimiza hasta que ella cree que no puede hacer nada por sí misma. La falta de relaciones afectivas, la dependencia económica, la vergüenza social, el miedo, la agresión y las amenazas de muerte o de no ver más a sus hijos son otras razones por la cual la mujer no se va.
Mito: Las mujeres exageran cuando hablan de violencia.
Verdad: Este mito le resta importancia a un grave problema social que es el causante de una gran parte de las muertes femeninas. Cualquier evidencia de abuso es probablemente solo una mínima parte de lo que está ocurriendo.
Mito: La violencia doméstica solo ocurre cuando el hombre tiene problemas psicológicos, consume drogas o toma alcohol.
Verdad: Normalmente, el maltratador no tiene problemas psicológicos y no está bajo los efectos de drogas o alcohol. El uso de drogas o alcohol puede agravar la violencia, pero no la causa. El agresor premedita el acto violento, decide en que momento agredir a la mujer y la forma de agresión. La violencia hacia la mujer es un acto controlado y premeditado por el agresor. Cualquier razón dada para causar abuso doméstico son excusas y se usan para justificar el comportamiento abusivo.
Mito: Cuando hay violencia en una familia, es porque todos los miembros de la familia participan en la dinámica, y por lo tanto, todos deben cambiar para que la violencia se detenga.
Verdad: El abusador es el único responsable de la violencia y el único que la puede detener. El maltrato es una elección de comportamiento llevada a cabo para obtener control y poder sobre la familia. Las mujeres abusadas hacen numerosos intentos de cambiar sus comportamientos con la esperanza de que esto detenga el abuso. Esto siempre fracasa ya que los cambios por parte de los miembros de la familia no harán que la violencia pare.