Todos queremos tener familias exitosas en nuestras vidas. De hecho, Dios ordenó que la familia sea la institución básica de la sociedad humana. El fundamento de la familia es Cristo. Cristo es la roca de nuestras familias y sin Cristo la familia nunca podrá funcionar exitosamente según el diseño de Dios.
Mateo 7:24-27 24 »Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. 26 Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. 27 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa. Esta se derrumbó, y grande fue su ruina».
Hoy en día tenemos muchísimas familias destruidas, como nunca antes visto. Es muy común escuchar de divorcios, violencia familiar, hijos en delincuencia, femicidios, suicidios, hijos que se escapan de sus casas, drogas, alcohol, promiscuidad sexual, etc. Los valores y la forma de la familia están cambiando, debido a que el diseño original de Dios para la familia está quedando obsoleto. Las familias se están amoldando cada vez más a lo que demanda el mundo en vez obedecer a Cristo.
Entonces nos preguntamos, ¿hay alguna esperanza? Sin duda que la hay. El paso fundamental es que le abramos las puertas de nuestra familia a Dios, el creador. Para poder conseguir el éxito dentro de nuestras familias, debemos seguir el orden de prioridades en la vida según nos guía la Palabra de Dios. Dios diseñó un orden divino para el hogar.
1- Dios en Primer Lugar
En nuestra vida, Dios siempre tiene que estar en primer lugar. Debemos reconocer nuestros pecados y darle a Dios el primer lugar en todo. Mateo 6:33 nos dice “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas”. Dios es la base de todo y necesitamos tenerlo en cuenta en cada aspecto de nuestras vidas. Tenemos que reconocer que dependemos de Él porque Él nos creó y sabe lo que es mejor para nosotros.
El diseño de Dios siempre fue que las personas lo tengan a Él como la prioridad máxima en sus vidas, pero desde que el pecado entró al mundo, tenemos una lucha intensa con nosotros mismos y nos ponemos primero en todo. Fácilmente nos hacemos de otros “dioses” (trabajo, dinero, lujos, viajes, alcohol, etc.) y tendemos a olvidarnos de Dios con frecuencia. Le dedicamos demasiado tiempo a cosas temporales o de poco valor, e ignoramos el tiempo con Dios.
Poner a Dios primero en nuestras vidas es pasar tiempo en su Presencia, meditar en su Palabra, orar, adorar y servir al prójimo. Marcos 12:30 nos dice “30 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Dios quiere que lo amemos por sobre todas las cosas, con todo nuestro corazón (pensamientos), alma (con nuestro ser) y con todas nuestras fuerzas.
Amar a Dios implica obediencia a su palabra en todas las áreas de nuestras vidas, desde nuestros pensamientos hasta todos nuestros actos. Priorizamos nuestra relación con Dios, al estar conscientes de que todos nuestros proyectos o actividades no los podemos realizar sin la guía de Dios. Lo primero que debemos hacer en cada aspecto de nuestras vidas y en cada decisión que tenemos que tomar, es dirigirnos a Él en oración y buscar su sabiduría para nuestras vidas y nuestras familias.
2- Cónyuge
En segunda instancia debemos priorizar nuestra relación con nuestro cónyuge. Efesios 5:31 dice “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”. Debemos tratar a nuestros cónyuges con respeto, amor, comprensión, ternura y bondad, como el primer día en que salimos juntos y nos enamoramos. Para poder lograr este tipo de relación, tenemos que poner a Dios como nuestra prioridad en nuestras vidas y obedecer la palabra de Dios respecto al rol que nos asignó.
La palabra de Dios nos enseña los siguiente acerca de los matrimonios:
Efesios 5:22-23 “22 Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. 23 Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y Salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo.”
Efesios 5:25-26 “25 Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella 26 para hacerla santa.
Efesios 25:28-30 “28 Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, 29 pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo.”
Efesios 5:33 “33 En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo.”
En estos versículos de Efesios vemos que la necesidad primordial de la mujer es el amor. Los maridos deben amar a sus esposas. Ser cabeza de la esposa constituye una gran responsabilidad de buscar el bienestar integral de la esposa. Este liderazgo no debe ser dictatorial, condescendiente, o de superioridad hacia la esposa, sino debe ser de acuerdo con el ejemplo de Cristo dirigiendo a la iglesia. Cristo amo a la iglesia con compasión, misericordia, perdón, respeto y sin egoísmo. De la misma manera, los esposos deben amar a sus esposas. Un marido que ama a su esposa siempre está dispuesto a servir y a ayudar.
1 Pedro 3:7 “7 De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes.”
Colosenses 3:18-19 “18 Esposas, sométanse a sus esposos, como conviene en el Señor. 19 Esposos, amen a sus esposas y no sean duros con ellas.” Las esposas deben estar sujetas a la autoridad de sus esposos.
En Efesios 5:33, vemos que la necesidad primordial del hombre es el respeto. Este respeto implica honra y reconocimiento; se manifiesta a través de la manera que ella habla a su marido, el tono de voz, sus gestos y modales. Los hombres se sienten estimulados y fuertes cuando son necesitados y respetados.
El hombre y la mujer son iguales en relación a Cristo ya que ambos fueron creados a la imagen de Dios, pero a cada uno se le asignaron roles específicos. La palabra de Dios instruye al esposo a proveer para su familia; el esposo es responsable de trabajar y ganar el dinero suficiente para cubrir todas las necesidades de su esposa e hijos. 1 Timoteo 5:8 “8 El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.” El esposo tiene la responsabilidad de cuidar, proteger, y proveer para ella en lo físico, espiritual, emocional, y mental.
La mujer puede ayudar en el mantenimiento de la familia, pero esta no es su responsabilidad primaria. Dios hizo a la mujer con el propósito de ser “ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). La mujer cristiana debe ser una ayuda a su marido físicamente, emocionalmente, mentalmente y espiritualmente. Ella es el complemento del hombre. Proverbios 31 describe como el hogar debe ser la responsabilidad de la mujer y el área de mayor influencia. Su familia es lo más importante y debe estar bien atendida. El esposo también debe ayudar con los hijos y el trabajo de la casa, cumpliendo con su deber de amar a la esposa. Los conflictos en el matrimonio en algún momento van a ocurrir, pero si ambos esposos se someten a Cristo, y hay una actitud de amor y respeto mutuo, esos conflictos serán mínimos.
3- Hijos
- Hijos
Los hijos deben ser nuestra tercera prioridad con respecto a los que nos indica la palabra de Dios. La Biblia exhorta a los padres a hacer tres cosas: atesorar a sus hijos, enseñarlos y corregirlos y ser modelos para ellos sobre cómo vivir. Los padres son responsables de guiar a sus hijos e instruirles en la palabra de Dios; tienen una tarea de parte de Dios para difundir sus valores y verdad en las vidas de sus hijos.
Proverbios 22:6 “Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.”
Deuteronomio 6:6-7 “6 Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. 7 Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.”
El Salmo 127:3 declara, “Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa.” Atesorar a nuestros hijos es amarlos en todo momento, ensenarles sobre el respeto, amor y solidaridad por el prójimo, y cuidar en todo momento de sus vidas. Los padres no deben ser crueles con ellos o aplicar disciplina excesivamente dura.
Efesios 6:4 “4 Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor.” Colosenses 3:21 “Padres, no exasperen a sus hijos, no sea que se desanimen.”
Debemos corregir y enseñar a nuestros hijos a través de una disciplina suave y cuidadosa. Es muy importante disciplinar a nuestros hijos desde un lugar de amor y no de ira o para ventilar nuestras emociones. Nuestra responsabilidad como padres es que nuestros hijos se sientan seguros, apoyados y amados.
Por último, los padres deben demostrar que viven sus vidas de acuerdo a lo que enseñan a sus hijos. Nuestros hijos aprenden de lo que ven. Los padres deben ser un modelo de lo que quieren que sean sus hijos.
Tito 2:6-8 “6 A los jóvenes, exhórtalos a ser sensatos. 7 Con tus buenas obras, dales tú mismo ejemplo en todo. Cuando enseñes, hazlo con integridad y seriedad, 8 y con un mensaje sano e intachable.”
Es importante reconocer que en algún momento todos fallamos en algo. Ahí es donde nos aferramos a la gracia de Dios y su perdón. Esta misma gracia y perdón lo debemos extender a nuestros hijos. La crianza de los hijos debe ir acompañada de gracia, amor y perdón.
4- Trabajo
El trabajo debe ser la cuarta responsabilidad después de Dios, su conyugue y los hijos. En Génesis 1:1:15, vemos que Dios fue el primer trabajador, ocupado en la creación del mundo. El propósito de Dios para los seres humanos, quienes son el pináculo de Su creación, era trabajar en el Edén para labrar la tierra (Génesis 2:15) y para administrar el huerto como buenos mayordomos. En el Nuevo Testamento, vemos que Jesús mismo trabajo como carpintero y después en el ministerio evangélico. El trabajo les proporciona a los seres humanos un sentimiento de gozo, satisfacción, dignidad y respeto. El cristiano tiene la obligación de trabajar y suplir las necesidades de su familia.
La palabra de Dios se refiere al trabajo positivamente y exhorta al pueblo de Dios a trabajar de manera fiel, honesta, fructífera, y con una visión de agradar a Dios. La diligencia recibe alabanza mientras que el ocio conduce a censura. La Biblia condena la pereza.
1 Tesalonicenses 4:11 “a procurar vivir en paz con todos, a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos. Así les he mandado,”
1 Timoteo 5:8 “8 El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.”
Proverbios 18:9 “El que es negligente en su trabajo confraterniza con el que es destructivo.”
El apóstol Pablo deja muy claro la ética cristiana del trabajo en 2
Tesalonicenses 3:6, 10, 12: 6 Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago y no según las enseñanzas recibidas[a] de nosotros. 10 Porque, incluso cuando estábamos con ustedes, les ordenamos: «El que no quiera trabajar, que tampoco coma». 12 A tales personas les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo que tranquilamente se pongan a trabajar para ganarse la vida.
Entonces debemos siempre trabajar con alegría, entusiasmo y dedicación como si estuviéramos haciendo todo por el Señor. Toda dificultad que surja en nuestro trabajo, la podemos superar con oración y con fe.
Colosenses 3:23-24 “23 Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, 24 conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor.”
5- Ministerio
La quinta prioridad en nuestras vidas es la iglesia o el ministerio. Hay personas que ponen a la iglesia en primer lugar antes de sus familias, pero ese no es el orden enseñado por la palabra de Dios. La iglesia es fundamental para crecer en el conocimiento de Dios. Asistir a una iglesia de Sana Doctrina nos fortalece y nos enseña a ser más semejante a Jesús para vivir una vida conforme a la voluntad de Dios.
Hebreos 10:25 “25 No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.”
Dejando a un lado la vocación terrenal, todo creyente tiene también una vocación divina que consiste en hacer la obra de Dios en la medida que esté capacitado por el Espíritu Santo. Todos podemos servir al Señor de alguna manera.
Carina Vera