Es posible que un agresor cambie su comportamiento, aunque son pocos los que llegan a cambiar. Realmente es un proceso muy difícil, ya que desde su infancia aprendió a menospreciar a las mujeres y tratarlas como seres inferiores. La única manera de que un agresor pueda honestamente cambiar es entregando su vida a Cristo y buscando ayuda profesional para cambiar los comportamientos abusivos aprendidos desde temprana edad. La mayoría de los hombres que abusan o agreden a las mujeres no cambian, porque no creen que es necesario, no admiten tener un problema y no buscan ayuda espiritual y profesional.
El proceso de cambio es lento y dificultoso, pero puede ocurrir si realmente se anhela. El proceso es dificultoso para el hombre ya que puede incluir rendición de cuentas con el sistema judicial, terapia continua y ayuda espiritual por parte de organizaciones religiosas o iglesias. Los comportamientos apropiados se pueden aprender y pueden reemplazar los comportamientos abusivos, pero esto requiere que haya un compromiso personal para cambiar por parte del hombre e intervención profesional (ej. programa de intervención para maltratadores).
Es común escuchar que cuando una mujer expone el delito de abuso doméstico con alguien de la iglesia o su familia, la iglesia o la familia minimiza la situación y la presiona para que perdone y vuelva a su hogar con su esposo. Se le dice que tiene que perdonar, olvidar y reconciliarse con su esposo. Ahora, para entender correctamente lo que esto quiere decir es necesario comprender lo que significa una reconciliación.
Según el diccionario bíblico de Holman, reconciliación significa “Cambio o intercambio, cambio de relación; cambiar el conflicto por la buena voluntad; cambiar la enemistad por la amistad. Se transforman las actitudes y cesa la hostilidad.” Si tomamos en cuenta lo que realmente es una reconciliación, vemos que no se puede presionar a una reconciliación de pareja cuando no hay cambios en los comportamientos abusivos.
En el Nuevo Testamento, la reconciliación se llevaba a cabo por la parte enemistada. La persona que causaba la ruptura de la relación es la que tomaba la iniciativa; por ejemplo, el hermano que perjudicó a otro (Mateo 5:24 “deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”). Entonces para que haya una reconciliación, es necesario que la persona que cometió la falta haga lo siguiente:
1. Confesar su culpa, admitir que los comportamientos dañinos van en contra de la voluntad de Dios, hacen daño, y rompen la relación matrimonial.
2. Ofrecer reparación a la mujer violentada, reparación judicial y psicosocial. En casos de que la relación termine en divorcio, el juez debería exigir una reparación económica por violencia intrafamiliar en forma de cuota alimentaria, indemnización, etc. La reparación psicosocial se logra cuando la persona logra dar el paso de victima a sobreviviente, reconstruye una imagen positiva de sí misma y desarrolla un estilo de vida constructivo.
3. Buscar perdón, arrepentirse de los comportamientos dañinos. Un arrepentimiento primero ante Dios, con una profunda y total conversión a Dios. Segundo, un arrepentimiento hacia las personas que sufrieron de la violencia. El arrepentimiento genuino se refiere a un giro total en la manera de pensar y actuar al darse cuenta que se obró mal.
El arrepentimiento en la Biblia se refiere a una determinación voluntaria de abandonar una vida de pecado y de autogobierno para asumir entonces una vida gobernada por Dios y en su justicia. El arrepentimiento es más que un simple remordimiento. Hay arrepentimiento ante Dios cuando alguien ha sido convencido de la realidad de su pecado, lo rechaza, renuncia a él y se vuelve a Dios por medio de la fe en Jesucristo.
En familias donde la violencia, el poder y el control fueron la prioridad del esposo a largo plazo, es posible que nunca haya una reconciliación de pareja. Puede existir una reconciliación entre la víctima y el agresor para llegar a un acuerdo en la crianza de los hijos, el tiempo compartido de los hijos, etc. pero no necesariamente una reconciliación del matrimonio.
El perdón y la reconciliación no pueden ocurrir hasta que el ofensor reconozca su acción incorrecta y haya un sincero arrepentimiento. Lucas 17:3-4 “Si tu hermano peca, repréndelo; y, si se arrepiente, perdónalo. Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a decirte “Me arrepiento”, perdónalo”. A veces estos versículos se usan para que la víctima perdone rápidamente al agresor y restaure el matrimonio. Acá, Jesús no se estaba refiriendo a la misma ofensa una y otra vez, ni está justificando el pecado habitual. Tampoco dice que el creyente debe permitir que alguien lo maltrate o abuse de él o ella indefinidamente. Más bien, enseña que el creyente debe estar dispuesto a perdonar si alguien se arrepiente y a la misma vez el agresor se hace responsable de sus comportamientos.
Que una mujer perdone a su agresor, no significa que esté dispuesta a volver con él o a restaurar la relación. El perdón suele ser usado, como una herramienta de control, por los abusadores para mantener a la víctima dentro del ciclo abusivo. También el perdón es usado por los pastores y líderes religiosos para presionar a la víctima a que vuelva con el abusador, sin consecuencias hacia el agresor. Jesús, el apóstol Pablo y el rey David escaparon de situaciones peligrosas y abusivas cuando pudieron. De la misma manera, una mujer que esté en peligro deber escapar y salir de esa situación abusiva.
Las Escrituras enseñan que, aunque Cristo ofrece gracia y perdón, Él primero requiere un verdadero arrepentimiento. A la misma vez, Cristo también permite que la persona experimente las consecuencias de su pecado. No se puede presionar a la víctima para que instantáneamente perdone al abusador y vuelva a su casa, sin que el abusador se haya hecho responsable de sus acciones y sufra las consecuencias legales, matrimoniales, familiares, etc.
En 2 Corintios 5:20, Pablo nos dice “Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios.” Pablo reconoce que reconciliarse implica un cambio de relación. En las relaciones abusivas, el agresor tiene que mostrar un cambio de corazón, ofrecer reparación a la víctima y nunca más volver al comportamiento abusivo. Mostrar cambios de comportamiento y actitudes por un largo periodo de tiempo, más de 12 meses, es recomendable antes que la mujer pueda volver con su marido. Esto sería solo si el agresor entrega su vida a Cristo, reconoce el problema y busca ayuda profesional para su problema.
Carina Vera